13.3.19

Filosofía en pantuflas: la poesía 

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31.7.17

Esto es todo lo que sabes 

No crees en Dios, ni en la Razón, ni en la Ley.
Tampoco en el Lenguaje, el Padre,
ni en ninguno de los rostros de lo Absoluto.

Reniegas de la causa, del tiempo y del efecto.

No crees ningún relato,
ni Historia ni Ciencia
ni Amor ni Progreso.

Sospechas del cambio
y del perdón de los pecados,
porque tampoco en ellos crees.

Tus ojos ven solo palabras,
pero adivinan aquello que se afana
en la espalda de cada palabra.

No crees en la Humanidad.

Recelas de la actualidad y de la gramática
Encuentras misteriosamente convencional el placer,
al igual que el espacio.

No destruyes
porque la destrucción es una forma de fe.
No construyes
por la misma razón.

Desertas de la idea de felicidad,
pero recurres a la alegría como a un placebo.
Dudas incluso de la muerte y su valor.

En la unidad tampoco crees
ni en la identidad
ni en la presunta permanencia del yo.

El concepto de límite te parece propaganda,
aunque sea cierto que en el mar intuyes un mensaje.

En la enfermedad no militas
y todavía menos en la salud.
Reniegas del bien, del mal y de la culpa,
pero dejas que la culpa te guíe.

No crees en ti ni en nadie

Esto es todo lo que te queda:

La mirada de un perro
El agua inmóvil
Y ese algo virgen que, una vez violado,
llamamos música

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20.2.17

Un cincuentón llamado Kurt Cobain 

De no haberse suicidado en abril de 1994, el cantante de Nirvana habría cumplido hoy 50 años. Sirva de homenaje este texto que publiqué en 2014 en la revista Vanidad:

Ojalá siguiera vivo Kurt Cobain

Armas de fuego, sierras mecánicas y guitarras inundan la casa de empeños de Aberdeen, una pequeña localidad del Estado de Washington, conocida en el siglo XIX por sus burdeles para balleneros. Aquí la tasa de suicidios duplica la media y aquí nació Kurt Donald Cobain en 1967. Hijo de una secretaria y un mecánico, este chaval hipersensible e hiperactivo, que en su adolescencia llegó a vivir en la calle, se quitó la vida de un disparo en la barbilla hace 20 años, convertido, a su pesar, en la última gran estrella del rock.

Michel Linssen / Redferns
El sabor del Ritalin, un psicoestimulante para tratar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, es uno de los primeros que recuerda el pequeño Kurt. También el de los sedantes que le administraban para que durmiera. El niño risueño, de imaginación desbordante, cuyo dormitorio parecía el estudio de un artista y que empezó a cantar y a tocar el piano con sólo cuatro años, se convirtió en un ser resentido, avergonzado y encerrado en sí mismo, al divorciarse sus padres cuando él tenía siete años. Su madre repudió tres veces a Kurt, o así lo percibió él. Fue su madre la que se emparejó con un nuevo hombre que la pegaba. Fue su madre la que decidió ceder la custodia de Kurt al padre. Y fue su madre la que lo echaría de casa con apenas 18 años, porque el chaval había dejado el instituto dos semanas antes de graduarse.

El colegio había sido una tortura para él, un niño enclenque, que buscaba conscientemente juntarse con los perdedores y que sufría palizas a diario de los matones de turno. “Me gustaría ser gay solo para molestar a los homófobos”, llegó a decir. En esos años comenzó a desarrollar un dolor de estómago crónico, una somatización de la ira y la vulnerabilidad. Sufrió como nadie la ley del más fuerte, la brutalidad del concepto de ‘macho’ y se refugió en la creación. Si se mezclan una sensibilidad extrema con una búsqueda de humanidad, a través de los libros y la música, y a eso se le añade un rabia fundacional provocada por el más simple, puro e intenso de los dolores, el resultado estético es fácil: punk-rock. Su devoción infantil por los Beatles, los Ramones y la Electric Light Orchestra le llevó a lanzarse a buscar en la música su tabla de salvación. Fue descubriendo grupos (Black Flag, Flipper, Millions of Death Cops…) guiado por la mano de Buzz Osborne, líder de la banda Melvins, para los que trabajaría como ‘roadie’. A la vera de los Melvins conoció a otro ser inadaptado: un bigardo de más de dos metros, de origen croata, con problemas de alcohol e hijo de una peluquera: Krist Novoselic. Es sería el germen de Nirvana.

Kurt, sin casa, dormía en los sofás de los amigos, o donde podía. Trabajó de conserje en un complejo hotelero y en una clínica dental. La adicción a los fármacos y pronto a la heroína le ayudaron a sobrellevar la realidad y el dolor crónico de estómago. Se echó una novia, Tracy Marander, camarera de la cafetería del aeropuerto de Seattle, para la que escribiría la canción ‘About A Girl’. Su relación con las mujeres fue insólita. “Definitivamente me siento más cerca del lado femenino”, afirmó. Él era un antimacho y lo que buscaba era feminizar la realidad, huir del arquetipo del paleto violento. Conoció y se enamoró de Tobi Vail, una mujer tan fundamental como él en la historia de la música, impulsora del movimiento de punk-rock feminista Riot grrrl! y líder de la banda Bikini Kill. Prácticamente todas las canciones de ‘Nevermind’ (1991), el segundo disco de Nirvana y el que los catapultó a la fama, tienen referencias a Vail. Fue una amiga de ésta la que, para burlarse de Cobain, hizo una pintada en su apartamento: ‘Kurt huele a Teen Spirit’, el desodorante que usaba Tobi Vail. Cobain no captó la ironía y pensó que era un lema, una consigna, el olor a adolescente: la rebeldía, la incomprensión, la confusión…

‘Smells Like Teen Spirit’ era el ‘single’ de ‘Nevermind’, un álbum del que la propia discográfica no esperaba colocar más de 250.000 copias, pero que vendió más de 30 millones… La locura. Kurt estaba a punto de convertirse en todo lo que odiaba: un ganador, un líder y un producto, como Cristo, Ché Guevara, Jim Morrison o John Lennon. Portavoz de la ‘Generación X’, icono del estilo ‘grunge’… En una espiral enfermiza, su aversión a las etiquetas y a la mecánica de la industria se convirtió en una nueva etiqueta. Intentó justificarse ante sí mismo, salvarse, creerse su nuevo papel, pero nunca pudo digerir todo aquello. Le faltaba la hipocresía necesaria. Acabó pagando con su vida el peaje de la pureza.

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18.1.17

La suprema tontería radiactiva del Supremo 

El miércoles 18 de enero de 2017 ha sido un gran día para los partidarios de la energía nuclear, para el Gobierno del PP y para todos los defensores del cortoplacismo. La producción de energía nuclear es peligrosa y genera residuos letales, pero el Tribunal Supremo ha decidido dar un balón de oxígeno a las empresas privadas que producen ese tipo de energía y ha franqueado el camino para el proyecto del PP de construir un cementerio radiactivo en Cuenca.
Por si alguien todavía no lo sabe, la gestión de los residuos nucleares es competencia pública (sí, las empresas privadas se lucran con la energía nuclear; pero usted y yo pagamos la gestión de esos residuos). En España, hasta el momento, no existe un lugar donde almacenar esos desechos de alta actividad (más allá de las piscinas de las centrales nucleares). El modelo nuclear necesita de un cementerio radiactivo y el lugar elegido para instalarlo fue la localidad conquense de Villar de Cañas, para alegría de su Ayuntamiento (gobernado por el PP).

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28.12.16

Mundos 

Deja que te acaricie el wifi,
Que esta cefalea digestiva ideopática nos arrope
Que tus pies y mis pies se roben el poco calor que aún nos queda en el cuerpo
En el tipo
En la fuente
En el carácter binario del amor de pareja inventado por otros
que solo quieren que repitamos mundos
Repitamos mundos
Repitamos vidas pasadas
Repitamos mundos
Tradiciones
Mundos
Convenciones
Mundos
Y que lo envolvamos todo en un tul inalámbrico
Un tul de datos y mundos repetidos que son una trampa invisible por la que malgastamos los pocos días que nos han sido dados
Y cuando por fin caigamos en la cuenta
5, 4, 3, 2, 1...
habremos repetido mundos, vidas, tradiciones, convenciones, mundos
Y ya no nos quedará nada por acariciar
Ningún mundo que inaugurar
Ninguna libertad que ejercer
Ninguna idea (o vida) contra la que hacer reventar una botella de cava ajusticiada
O de champán

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28.6.16

Todavía es fácil echar al PP 

Este domingo muchos votantes tuvimos que elegir entre lo malo y lo peor, porque ningún partido político de izquierdas, en España, está cerca del ideal. Estamos acostumbrados, los votantes de izquierdas, a tener que elegir entre lo malo y lo peor: es hora de exigir a nuestros políticos de izquierdas que hagan lo mismo y que lo hagan por nosotros (si de verdad tanto les importamos). Lo malo es un Gobierno del PSOE con el apoyo de Podemos y Ciudadanos. Lo peor es cuatro años más del PP. Ya no vale el argumento de que un Gobierno liderado por el PSOE será igual que uno liderado por el PP, de que las políticas serán las mismas. En caso de que el PSOE llegara a gobernar, con el apoyo de Podemos y Ciudadanos, lo haría obligado a un intenso diálogo y a la búsqueda de consensos alambicados: no cabría esperar nuevas salvajadas como la reforma del 135 o la asunción cerril de los memorándums de la troika.

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22.6.16

Un sencillo juego sobre el nacionalismo catalán y el Brexit 

“El Partido por la Independencia de Cataluña fue fundado en 1993 para hacer campaña en favor de la salida de Cataluña de España. No porque odiemos a España (o a los extranjeros o a nadie en absoluto), sino porque es antidemocrática, cara y autoritaria, y todavía nadie nos ha preguntado si queremos estar dentro”. “Pero España únicamente es el mayor síntoma del auténtico problema: el robo de nuestra democracia por una poderosa y remota élite política que ha olvidado que si existe es para servir al pueblo”.

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